viernes, 18 de septiembre de 2009

los últimos tragos del verano

A veces nos empeñamos en apurar los tragos como si fueran frenadas y nos equivocamos.
A veces, tenemos la sensación de estar haciendo algo que nos prometimos no volver a repetir y nos confundimos con eso también.
Había estado por allí hace poco más de un año para tirar un jack a mi compa que les sirviera para rellenar un repertorio con el que salvar la noche, pero no era yo o al menos no del todo, y desde entonces eso se había convertido en una pequeña cuenta pendiente o tal vez venía de atrás, si.

Para seguir, antes de nada aclararé que la Guinness no nos patrocina aunque igual no estaría mal. Que nos cubriera las espaldas un telón con ese lema de ´pura intensidad´ de fondo, provocando una simbiosis con el sentimiento por lo musical, podría ser de lo más acertado.
Pero no, ese vaso se cruzó por allí confundiéndose entre la gente en un extraño cruce de calles entre otras cosas porque mi brother es otro aficionado a buscar esos enfoques imposibles.
Pero ni siquiera la probé. Agua y demasiada coca-cola al terminar para intentar reponer las exiguas reservas de azucar tras una jornada maratoniana.
A la gente le da igual, o mejor dicho no debe notar, si te has pasado la tarde tumbado tranquilamente en el sofá, leyendo el periódico y aplicándote una siesta reparadora antes de cargar los trastos, o llevas tres horas a la puerta de urgencias en un hospital sin sillas que hagan la espera de una analítica trascendente un poco más llevadera.
Por momentos me apetecía acabar antes de haberlo empezado, miré al cielo y pensé que si ella aparecía tal vez no me sentiría peor, pero cuando lo tienes todo montado para comenzar a probar y la lluvia se acerca a saludarte, lo único que esperas es que se largue sin tener que explicárselo como a una de esas chicas pelmas con las que jamás te plantearías pasar el resto de la noche.

Al terminar me he sentido satisfecho por el deber cumplido, aliviado por las reacciones generales del personal aunque no demasiado conforme con el sonido que hemos gastado.
Cuando nos hemos querido dar cuenta habían cerrado la cocina del local y nos hemos quedado sin cenar. No sé cuando vamos a aprender con eso.
Las puertas de mi estómago seguían cerradas pero el ayuno general no estaba ni mucho menos justificado.
Tras la maravillosa faena de recogerlo todo para no dejar rastro alguno de que pasamos por allí, (el día que evitemos esa tarea será señal inequívoca de que esto a empezado a funcionar), hemos cargado hasta los topes para enterrar el coche en un parking de última generación lo cual ha sido misión imposible supongo porque el tamaño casi siempre importa.
Media vuelta a la ciudad para buscar otra alternativa aunque antes he dejado a estos en uno de los pocos locales que sirven "comida" a deshoras, y cuando he llegado, a tiempo de oler esas burguers tan poco amables, no ha sido precisamente el mejor estímulo para abrirme el apetito.
He pedido una cerveza por fin, pero tampoco estaba a la altura. Ni a la altura, ni fría.
Desde luego ese local ha vivido tiempos mejores.

En esa prórroga que no lleva a ninguna parte y a la vez se hace inevitable, comentando la jugada y las que nos quedan por hacer, hemos finiquitado la noche como grupo.
Último trasvase de instrumentos entre maleteros y al llegar a casa, tres portes por delante para devolver todo a su lugar de origen. Parece que llevara fuera una semana por momentos.
Con ese gimnasio extra de última hora he despertado por fin el gusanillo al que saciar con un buen tazón de cacao con leche fría y una tanda de bizcochos.
El silencio en la cocina sólo roto por el canto de los grillos, la calma relativa iluminada por la luz anaranjada de la campana, y ese reloj apuntando con sus agujas de reojo a punto de dar las seis me ha dejado sin ganas de sintonizar ni a los Stones ni a nada, y a un paso de cerrar los ojos tras casi 24 horas sin tregua para por fin no pensar en nada, o intentarlo al menos.

A veces nos empeñamos en apurar los tragos como si fueran frenadas y tal vez este no es el mejor ejemplo, pero igual vale.

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