martes, 28 de abril de 2009

Con alma de blues



No, no sé tocar blues y él lo sabe.
Por eso entre otras cosas agradecí la invitación, y también por inesperada, lo reconozco.
No sé tocar blues y es curioso, en las únicas tres clases de guitarra que di en mi vida, y digo tres, el profesor que era bajista, puso todo su empeño en que me iniciara con eso, en las escalas, la bar blues menor...y un buen puñado de apuntes que supongo aún conservo sobre eso pero jamás me motivaron demasiado.

Tal vez no entendió que yo buscaba otra cosa, pero a Dani Zamora siempre le recordaré y agradeceré hasta el infinito que me descubriera a Tom Waits.
Ese libro de canciones donde tras leer The heart of Saturday night entre otras, te parecía poder marcar un antes y un después de todo esto.
Y curiosamente, ahí acabé esa noche, versionando de nuevo esa maravillosa canción con una mezcla de inseguridad e incertidumbre y sin llegar a compartir toda esta historia con Parra de la manera que me habría gustado.

No, no hemos arreglado nada.
Tampoco era el lugar probablemente ni el momento pero, estuve allí.
No en mi mejor versión ni mucho menos.
No fue mi mejor día, ni estaba para demasiados cruces de caminos en los que hacer homenajes a Robert Johnson ni a Mayall, ni a Clapton ni...
podría haber puesto cualquier excusa, lo tenía fácil.
Hasta de última hora pero no.

No sé si tengo el alma de blues suficiente para desfilar en un sarao como el de la otra noche, pero de lo que estoy seguro, es que sigo creyendo en la música de tal forma que no soy capaz de mirar hacia otro lado si me hablan de volver a compartir un escenario por pequeño que sea cuando creo que el ofrecimiento es de verdad, y el recorrido...los buenos y los peores tiempos y todo lo demás, carece por momentos de importancia y queda relegado a un discretísimo segundo plano.

sábado, 18 de abril de 2009

Clavijeros y Cenicientas


Hacía mucho tiempo que no se las veía juntas.
Era de las veteranas y llevaba mucho por aquí, pero a la vez la que menos había vivido de todas.
Nunca iba a las excursiones, jamás había salido a una fiesta de esas donde tarde o temprano se pierde la ingenuidad...
Y no es que sus compañeras no la ´ajuntaran´, o la hicieran de menos constantemente ante cualquier situación de esas en la que se aprovecha el riff de turno, o el sólo más brillante para salir a pasear y tratar de lucir sus mejores encantos...

Aunque ella tenía un severo complejo de desafinación que la hacía quedarse en casa mientras las demás disfrutaban de las puestas de sol en maleteros abarrotados, y se bebían cervezas en locales de ensayo y tragaban humo en los bares de noche.
Ella siempre entre cuatro paredes, al servicio de canciones en proyecto cogidas con alfileres, semillando el terreno con mimo para que después llegara cualquiera de las otras con sus tacones a drenarlo y lucir palmito ya con el tema cerrado para llevarse los flashes.

Pero su momento de gloria llegó por fin en una gran cita.
Se acercaba ya el tiempo de descuento en la grabación de una opera prima y quedaba un sólo por cerrar, el de la última canción del disco que pondría la guinda al pastel si es que encajaba esa melodía.
Y a pesar de todo, de ese lastre que había sufrido durante años como una enfermedad crónica, de ese complejo que ya consideraba perpetuo, estuvo en su sitio en el momento adecuado para disponer de esos minutos sobre los que Warhol siempre hablaba.

Casi cuatro meses para encontrar un clavijero sólido y de garantías que estuviera a la altura.
Con Alberto estas cosas ya se sabe que necesitan paciencia, pero es un crack.
Y además tengo un master en eso. (en paciencia, no en lutheria por supuesto)

La otra tarde en el local, sobre la tarima de la batería, Javi dijo algo así como que debería guardar la ´tele´ por una temporada en el armario y llevar esta, que era mucho más guapa...
"Lo que tiene que hacer es sonar bien", le espeté.

No sé de que me suena esa frase.

Pero supongo que ya la queda menos para disfrutar esas sensaciones que sus amigas tantas y tantas veces la contaron de regreso a casa.
A la vuelta del ensayo, cuando nos quedamos solos tras dejar a Quino, miré a través del espejo retrovisor y utilizando un símil futbolístico la dije,
´calienta nena, que vas a salir´.


Está claro que es una vitud saber esperar tu momento.

domingo, 12 de abril de 2009

El fin de las vistas



Cuando a finales del verano pasado vimos esa grua hacerse fuerte en la descuidada parcela, empezamos a temernos lo peor.
Parece que fue antes de ayer cuando me esforzaba por diseñar una colocación adecuada en el salón para exprimir en la medida de lo posible el perfil que nos brindaba la sierra.
Supongo que valió la pena mientras duró.
Ahora para ver la zona de Peñalara que es lo único que ha dejado libre esa mole de ladrillo, tendremos que asomarnos por la ventana.

La formación profesional es importante, pero ya podrían haber destinado otro lugar para tal fin y haber levantado ahí unas canchas de tenis de tierra batida o diferentes superficies, por ejemplo, que las de la ciudad deportiva...

En fin, merendar pan con chocolate en la cocina con esa nueva y majestuosa obra de frente, viendo como el sol maquilla su fachada en vez de esos campos que desembocan en los barrancos del Eresma, tampoco va a ser lo mismo.

Imaginé que esos copos de nieve eran por un momento como los restos que deja sobre el papel una goma de borrar pero abrí los ojos y seguía como si tal cosa.
Dicen que todavía falta una última gran nevada pero el manto blanco que cubre a la sierra ha quedado definitivamente para los privilegiados que viven en las alturas.

Aunque estos se quejan de las goteras...
vamos, que nunca se está del todo conforme con lo que se tiene.