martes, 27 de octubre de 2009

Corazonadas

Nos conocimos en el Lado izquierdo, hace ya casi tres años.
Sinceramente, no se puede decir que fuera un flechazo, pero cuando tuvimos que regrabar esas guitarras para Pecados y apareció ella como única opción fiable, respiré tranquilo tal vez porque me transmitía esa confianza que en determinados estados de exigencia resulta determinante.
Más tarde, en ese viaje soñado hacia el sueño americano, fue el capricho de El camino, pero tras recorrer cuatro estados tuve claro que no iba a ser fácil, o más bien que tal vez no tenía que buscar tan lejos por más que el momento del dólar invitara a apurar esa vía o hubiéramos conseguido llegar a Nashville.

Así que después de un año y medio, volvimos a encontrarnos en el estudio para liquidar Cuentas pendientes y hacer juego con esos Zapatos rojos.
Supongo que fue suficiente para ir teniendo claro que después de eso, de formar parte de mi primer disco, de sentir definitivamente algo parecido a lo que llaman feeling, de la alternativa que suponían esas doce cuerdas, y tal vez conocedor de que las guitarras también tienen su alma y llega un momento que al cruzarse con la tuya es complicado separarlas, ya no sería fácil dar marcha atrás desordenando un crescendo que tarde o temprano me llevaba a su encuentro.

Pero hubo que volver a esperar...después de romper la hucha para autoeditar el trabajo, sólo puedes pensar en permitirte determinadas alegrías a medida de ir recuperando la inversión.
Y pasó casi otro año o algo más incluso, pero ella seguía por allí, como una puta de lujo con demasiadas horas libres esperando que alguien se decidiera a rescatarla de ese lugar de todos y de nadie en el que por momentos se convierte un estudio, y sacarla de ese estuche que parece el maletín de un solador para empuñar su estrecho mástil, acariciar esas curvas y darle el calor necesario para buscar canciones en definitiva, que es lo que por encima de cualquier valor sonoro le pido a una guitarra.
Algo que es complicado saber que vas a encontrar con una simple prueba, que te hace jugártela, o que se podría explicar tal vez como una corazonada, ya que el término está muy en boga últimamente y por diferentes causas que abanderan ciudades y motivos.

y aposté por una corazonada
por el rojo que aún sangraba,
por el antes que el después...

Tal vez la puesta de largo fue un tanto precipitada.
No es una guitarra fácil, aunque al igual que sucede con algunas chicas y no es por mi querencia a los paralelismos entre ambas, eso suele hacer por lo general más atractivo el desafío.
Pero probablemente a parte de cierta complicidad fuera de toda duda desde un primer momento, y la ilusión por colgarte una Ric neoyorquina de esas que tanto cuesta encontrar por el viejo continente catalogada por los entendidos como "una inversión segura", se necesitan horas de vuelo antes de dar el salto aunque este no sea al vacío.
Las turbulencias que pasamos en Aviones sobrevolando el Duero, me hicieron creer por unas cuantas noches que tal vez me había equivocado, y no con ella, pero si tal vez con el momento.

Ahora sé que no es cierto, que no tuvo nada que ver con ese desajuste en el que sufrí la desconocida sensación de fluctuar sobre el escenario como si estuviera en un sueño en el que intentas correr y tus pies no avanzan a la velocidad deseada, que si aposté al rojo no era sólo por puro romanticismo y que tras un par de frías noches, ya me estaba devolviendo parte de lo que esperaba de ella.

El tiempo será finalmente el que se encargue de colocar estas líneas como una mera anécdota de viaje, o la particular corazonada que acabe resultando el mejor ejemplo de un aterrizaje perfecto.

domingo, 11 de octubre de 2009

Concursos, contratos, condenas y...canciones.


"cierran los concursos y se acaban los regalos, hay un dulce en el sabor de la derrota..."

Alguien me dijo hace tiempo que debería tener cuidado con lo que escribo pero no fue ni mucho menos en tono amenazante.
Me conoce y me quiere bien.
Y es cierto que he tenido en más de una ocasión la extraña sensación de cierta premonitoriedad con las cosas que he plasmado, pero bueno, también es verdad que ya habíamos perdido unos cuantos concursos antes de hacer Aviones.

Supongo que el hecho de tocar en una antigua penitenciaría era toda una señal de lo que nos esperaba si teníamos la osadía de pretender llegar un poquito más lejos.
Ya con esa primera toma de contacto la noche del martes en aquella disco de carácter ochentero, chocamos nuestras acústicas y cristalinas intenciones con lo que se nos avecinaba.
Un tocón de 26 páginas que era la perfecta invitación para salir por pies o tocar con un Almax disuelto en la cerveza que intentara remediar el ardor de estómago provocado por esa imposible digestión contractual.
Si, uufffff.

En la siguiente cita la noche del viernes, intentamos disfrutar nuestro momento entre esa contínua locura que supone montar para sonorizar, y desmontar para volver a montar y cruzar los dedos esperando que alguno de esos enrevesados cables mantenga la tensión sin convertirse en una enredadera entre tus pies que te haga perder el equilibrio.
Apenas romper a sudar para bajarte casi en marcha. Veinte minutos no dan para mucho más pero fueron suficientes al encontrar la liberación posterior en el comentario de un tipo que nos aseguró dejar pequeños los fonogramas en relacción con el directo.

"Tenéis canciones, pero sobre todo algo más. Transmitís algo, transmitís emoción y eso no lo vi en lo que estuve por aquí. Pero eso si, no te hagas ilusiones porque no vais a pasar".
Hablaba con un tono reposado, con la certeza y la calma de alguien que está de vuelta y por supuesto sabíamos que por ese lado no se equivocaba.

Pero el remozado espacio que es el Da2, no te da la sensación en ningún momento de estar enjaulado precisamente, disparando tus balas en forma de canción al aire para lo que un día fue hábitat de reclusos como hiciera Johny Cash con ese Folsom Prison.
De todas formas, más vale que las administraciones locales tomaran nota de lo que se puede llegar a hacer con un espacio que aquí, con el 2016 al fondo por bandera, parece no tener más vida que el contínuo desfile de equipos de grabación para recrear tiempos pasados en el celuloide. Y no será por no haberlo apuntado en varias ocasiones a esta misma corporación.

Hora de cerrar por fin, recogemos ya con las salas a media luz mucho más propia para tocar que la sufrida durante la actuación, y en esa vorágine nos dejamos jacks y el soporte del piano para hacer un completo de nuestra visita.
La noche salmantina como experiencia revitalizante para nuestras almas heridas de pop & roll da mucho menos de lo que promete.
En la ciudad hay buenos garitos pero a excepción de ese en el que disfruto de unas ricas Bud checas, no elegimos del todo bien y en un espacio masificado con el curso en pleno pistoletazo de salida, se hace recomendable no estirar esos minutos de la basura.
Escenas como la de esa chica con los pantalones por debajo de las rodillas intentando evacuar el sobrante por alguno de sus orificios y en posición de auténtico fullback de rugby, son a ciertas edades demoledoras.
Dos manzanas después a punto de llegar al hotel, unos siguen dando vueltas a esa imagen sometiendo a debate si la paternidad en los tiempos que corren no es acaso una profesión de auténtico riesgo y a otros, les hemos perdido definitivamente entre las masas porque en noches como esta, el riesgo supongo que para algunos es un mal menor.

No, no damos con el perfil de nuevo grupo emergente, con niña al frente o de banda fácilmente moldeable.
No quiero que me despierte el teléfono una mañana para obligarme a ponerme un disfraz de Batman, colgarme la guitarra y largarme a un playback sonrojante del que no pueda huir ni cuando vuelva a acostarme.
No quiero que me despiecen una canción separando la letra de la música para anunciar chorizos o vino de la tierra sin ver un duro en el empeño.
No quiero perder de vista a los músicos que tanto valoro y me ha costado enganchar para cambiarlos a las primeras de cambio por unos maniquís de terciopelo en la foto.
No quiero hacer un disco de caras B pensando que me estoy guardando lo mejor de mi en el bolsillo trasero del pantalón.
No espero nada de casi nadie ya, pero me gustaría poder creer que en este mundillo hay gente que además de querer sacar tajada, respeta tu trabajo por encima de todo.

La libertad es algo muy grande, aunque cuando abres la ventana por la mañana y respiras, y tienes la sensación de que no hay nada más en el horizonte, no lo valores en ocasiones como en realidad merece.


En el Novelty, no he sido capaz aún de disfrutar del todo ese desayuno.
Me faltaban mis RayBan y me sobraban aviones planeando por la cabeza.