jueves, 19 de mayo de 2011

Tocar en el Juan Bravo



Va para tres veranos, que en una escapada a La Coruña al poco de terminar la grabación de mi primer disco, compré una camisa que me prometí estrenar cuando hiciera la presentación oficial de dicho trabajo en mi ciudad.
No era tampoco nada del otro mundo, una camisa azul ultramar con cierto aire de almirante que enseguida me entró por los ojos y pensé acertada para equilibrar un tanto mi querencia por las de cuadros.
Hace ya unas cuantas semanas, me dispuse a buscar en mi fondo de armario, tampoco demasiado extenso pero si lo suficiente como para acumular más de una prenda en la misma percha, y tras desenterrar la camisa y colocarla sobre el respaldo de una silla para que se estirara un poco, me decidí a cortar por fin su etiqueta.
En un momento, el tiempo justo que supone la elección de vestuario para una cita especial, había quedado aparcado sin la necesidad de hacer más que un par de maniobras.
Aún así, dejando a un lado la vestimenta y los accesorios de cada una de las propuestas que abanderé en estos diez años, pensándolo bien, por esta ciudad he rodado más que un canto sobre los adoquines.

Empecé a tocar por garitos que eran auténticos subterfugios, como el húmedo Hard Pool doblando la vieja calle de San Francisco, o esa Tomatera (después UNO) en la que desembocaban las escaleras de la bajada del Carmen en la Plaza de la Tierra, otrora centro neurálgico de la movida nocturna segoviana.
Pasamos después por los bares que rebautizan la calle también conocida como ¨de los vinos¨, ya en la zona noble. Algunos como La vieja estación que aún funciona como tal y por supuesto el mítico Santana antes de que la ¨Ley seca musical¨ llamara a sus puertas.
Nos asomamos por salas de más empaque como La Cabaret calados entre la diversidad, en los bajos del que fuera cine Sirenas, una y mil veces volteada también con su denominación.
Aprendimos la lección con las canciones por salas de estudio y centros culturales de barrio, y nos mezclamos con más libros entre las casetas de la misma feria en la Avenida Fernández Ladreda. Nos agarramos a unas cuerdas entre los árboles que flanquean la Alameda del Parral y buscamos el fresco en terrazas de verano como la bajada de la Alhóndiga a mitad de la Calle Real, en algo parecido a un miniauditorio al aire libre, y por otras menos acogedoras como la Plaza de la Rubia o en la misma Concha, bajo los soportales de la Mayor.
Defendimos propuesta y también alguna buena causa en algunas con más encanto, como la de San Martín con la lluvia siempre de invitada o el mismo Azoguejo, bajo ese espectador mudo que es el Acueducto.....pero aunque reconozco que podría haber tocado bastante más y me quedan ¨algunas plazas pendientes¨...amigos, nada que ver con lo de la otra noche.

Bueno, no sé si después de este repaso tendría que decir algo parecido a ese famoso gesto de Míchel tras marcar tres goles a Corea del Sur en el Mundial de Italia, allá por los 90, pero con mucha más humildad por delante creo que sí, que me lo merezco.
Y eso que al pisar ese escenario en la prueba de sonido llegué a pensar que definitivamente lo había idealizado.
Me venían sin querer a la cabeza otras tablas, embocaduras y patios de butacas de Centros Culturales con pinta de auditorio e incluso Colegios Mayores de aforos parecidos y ya pisados, que de una u otra forma minimizaban cualquier sensación de vértigo.
Entre otras cosas, porque la más agradable aparte de la buenísima acústica que tiene el Teatro, es esa calidez que te hace sentirte arropado en escena por más que no lleves una banda de cinco a tus espaldas, lo que por otra parte tiene que ser un gustazo, o por delante aún con sus plateas desnudas tengas la sensación incluso de que prentede envolverte entre sus brazos.

En cuanto a lo que allí sonó, creo sinceramente que estuvo a la altura.
Sólo éramos tres tipos en el escenario con la intención de disfrutar el momento y en cierta forma de vengar canciones, aunque tal vez quede mejor decir... hacer justicia con ellas, al menos por la parte que al filo de mi guitarra y a mi nos tocaba.
La formación de trío, con independencia de plantarse en el escenario de un teatro coqueto o el garito más cutre, tiene su punto de riesgo, sobre todo si te desmarcas de una propuesta algo más ruidosa en la que siempre es más fácil que no se produzcan vacíos.
Pero ese riesgo lo hace atractivo también, aunque te acompañe una sensación parecida a caminar sobre el alambre, lo que traspasado a la pizarra futbolística es como si en una defensa de tres, uno de los que está más pegado a la banda sube al ataque constántemente sin nadie que le haga la cobertura. Al primer fallo con la pérdida del balón surge una contra y zaaas!!, te han pintado la cara.
Aunque no cabía otro planteamiento. Estuve allí con la gente en la que puedo confiar de verdad a noche de hoy, y en cuanto a las canciones, el problema para decidir un once tenía que ver con todo lo contrario, es decir, el trago de dejar fuera a unas cuantas meritorias a sonar también. Pero creo que acerté de una u otra forma.

Reconozco por otra parte que tal vez no fue como había imaginado, me refiero a la forma de llegar a parar ahí, pero ni mucho menos se me caen los anillos por haberlo hecho a través de un concurso-oposición, más bien al contrario, y por otra parte me ahorré algunos peajes que hasta ahorá guardé en la particular caja de Pandora que es el maletín de mis cables.
Dicen que el fin rara vez justifica los medios, pero probablemente esta es una de esas excepciones. Sobre todo después de no pasar por el aro y soltar los 3000 pavos que nos pidieron por abrir el Teatro que dicen ¨de todos los segovianos¨ para poder presentar un disco que sinceramente creo se merecía menos trabas.
Pero bueno, ya se sabe que la luz hay que pagarla y de un tiempo a esta parte anda por las nubes...

Cambiando de plano, hace poco me enteré que el mismísimo Agapito Marazuela, la primera vez que tuvo oportunidad de tocar en el Teatro lo hizo en mitad de un pase de cine o algo parecido, por supuesto sin llevarse nada más en los bolsillos que no fuera el fervor popular.
Esto por supuesto añadido con el mayor respeto y guardando todas las distancias con el maestro, que son muchas.
Aunque por mi parte se trataba más bien de una simple cuestión de compromiso, y les había prometido a mis canciones más de una noche que alguna vez las iba a sacar a pasear por esas tablas, y estoy seguro que a ellas no les importaba mucho más.

Creo que a estas alturas, sólo me queda volver a agradecer a la gente que nos acompañó esa noche, tanto a los que fueron por nosotros como a los que ¨nos encontraron¨ allí, por su respeto y calor. En especial también a mi hermano por ese reportaje gráfico que se curró sin apenas enterarnos, del que la foto que encabeza es sólo una pequeña muestra. También a los que no pudieron estar y se quedaron con las ganas, porque seguro que de haber otra ocasión harán todo lo que esté en su mano por sumarse, y por otra parte, sin dejar de lado a los que generaron la posibilidad de que se diera esta cita que ha aparcado definitivamente otra cuenta pendiente.

A todos, gracias.


http://www.youtube.com/watch?v=x_kuRjKiD7I

(Por si después de la parrafada prefieren algo para escuchar)

1 comentario:

  1. Si. Cómo rascas. Me gusta mucho leer lo que cuentas, leer tus emociones plasmadas en tu blog. No diré nada de la parte en la que mencionas las trabas, miserias y desastres, necesarios para poder llegar a subirte a un escenario como el del teatro de tu propia ciudad, la que vives, de la que participas, de la que eres parte,... como si al médico no le dejasen entrar en el hospital, al abogado en los juzgados, y al obrero en la obra. Que la sigan chupando.

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