lunes, 2 de febrero de 2009

Pregúntale al viento...


Definitivamente este invierno ya no es un secreto.

El día que la lluvia no lo llena todo, recoge el testigo la nieve para arroparnos con su manto y cuando estas parece que van a darse una tregua, llega el viento como diciendo aquí estoy yo y se erige protagonista aunque sea de un corto inesperado.

Si. Ha pasado por aquí, es evidente.

A veces nos esforzamos por dejar rastros como esos perros de la lluvia para que alguien nos siga, o incluso, para retomar nuestro propio camino ya sea de vuelta o no, si es que el rumbo elegido no es el correcto.
Otras, por el contrario, tratamos de borrar las huellas que hemos dejado como si con eso consiguiéramos un reseteado de nuestros propios actos o palabras.
Pero el viento no se presta a ese tipo de juegos.

Si pudiera se llevaría todas estas palabras y alguna más que encontrara por el camino.
Sólo las que tienen tanto peso como ese banco, testigo impasible ante el baile del resto de estructuras metálicas a su alrededor, parecen tener la confianza suficiente para mirarle aunque sea de reojo y aguantar ante sus embestidas.

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