lunes, 22 de febrero de 2010

guitarras sin cuerdas


Conocí a un tipo que me aseguró cambiarlas después de cada concierto.
Y eso con su agenda de actuaciones, en el peor de los casos era hablar de una vez al mes, más o menos.
Desde luego nunca me he manejado en esas frecuencias, ni de cerca.
Hay guitarras que te invitan más que otras en cualquier caso, pero nunca ha sido una de mis tareas favoritas y con esa pelirroja va a ser como para pensárselo más de tres veces, aunque decida dejarla con la mitad de las que puede disponer.

Cada cambio de cuerdas cierra una etapa de todas formas, pero claro, siempre que no sean demasiado cortas...
Sobre todo de canciones, incluso de las que has parido aunque no hayan llegado a los oídos de la gente, de los conciertos que han arrastrado, de sus viajes, de las personas con las que te has cruzado y de una forma u otra se han deslizado por ellas contigo, soportando o disfrutando su tensión hasta llegar al límite en ocasiones...a romperse en tus manos.
En definitiva pequeños tramos de tu propia vida por las que te has dejado los dedos con independencia de sus grosores y entorchados.

Tal vez sea la razón por las que al quitarlas, acabo haciendo una espiral con ellas hasta llegar a sus puntas despeinadas para terminar colgándolas en cualquier lugar visible que me recuerde un determinado momento, una de esas parcelitas que habitaba con más o menos recorrido y en el que casi todo el sentido o la ilusión pasaba por ellas.

De cualquier forma, lo fundamental sobre todo es no tener esos mástiles demasiado tiempo como una autopista en la que resultaría imposible circular sin delimitar los carriles.

lunes, 8 de febrero de 2010

la paciencia de las canciones


Esa foto en el local, de una mañana gris de un domingo cualquiera, es sólo un pequeño homenaje a esa paciencia casi infinita que tienen algunas canciones conmigo.
Era verano, más bien al principio, así que después de más de medio año en la nevera sin una concesión a servirla bien fría y presentarla en público, tal vez por miedo no a quemarla, pero si a que se calentara antes de tiempo por no dedicarla ese momento cuando de verdad tuviéramos tiempo o cabeza para ello, hoy la hemos sacado a pasear en la intimidad más absoluta pero con toda la naturalidad, la ilusión y las ganas acumuladas esperando que no nos volviera la cara.

No hace demasiado comentaba a una amiga querente de la música en general, tener cierta sensación de haber hecho demasiadas canciones para viajar a ninguna parte. Ahora me atrevería a decir que ´doble o nada´ se librará con seguridad de pertenecer a ese club de malditas, y es muy probable que ruede con nosotros durante mucho tiempo, y que si las cosas se dan como deben no tendrá problemas para formar parte de la lista de convocadas en un próximo trabajo, quien sabe si incluso con posibilidad de titularlo, aunque eso es mucho decir a estas alturas.

Probablemente de esa misma paciencia que tuvo ella hasta que pudo salir del cajón, (algunos replicarán si podía hacer algo para evitarlo), deberíamos intentar hacer gala todos en determinadas situaciones cotidianas, yo mismo por ejemplo hasta que pueda tener la oportunidad de grabarla como dios manda sin pensar en trenes o aviones que pasan.

Mientras tanto, nos conformaremos con intentar disfrutar de lo que nos ofrece, que tal vez no es mucho más de lo que nos dieron o aportarán otras que lleguen, pero al menos ya no tengo dudas con ella, ya sé lo que puede dar y lo que está claro aunque muchos no se dan cuenta, es que eso no habría sido posible de no tener un par de personas al lado pidiendo carne fresca, lobos hambrientos de oxigenar repertorios, tipos necesarios en momentos donde por lo general el compromiso brilla por su ausencia y los kilómetros acumulados no tienen que justificarse al volver a casa con determinadas sensaciones de llenazo. Lo demás se resume en un vistazo a un patio sin demasiadas luces, de vuelta ya de balances con situaciones, cifras y letras dictadas por gente que te deja lejos de lo que verdaderamente merece la pena.


´No es cuestión de fe,
no es ni siquiera consecuencia del placer
ni la tarifa que te exige un corazón con síntomas de desengaño´


Tampoco es el final de nada, sólo el principio de la canción.