martes, 17 de noviembre de 2009

Diez años sin Enrique


Recuerdo que esa tarde estaba en el local, a solas con Jaime como en aquellos primeros ensayos en los que ni siquiera sabíamos donde íbamos a parar con esto.
Hacía frío por esos noviembres, nada que ver a los que se gastan ahora no sé si por cambios climáticos o desajustes hormonales de la atmósfera.
En cualquier caso, a medida que probábamos canciones alejadas por entonces de la línea que me unía mas profundamente a la música de Enrique, tal vez por la exigencia del inglés dentro del grupo o por mi falta de imposición y liderazgo en esa época, no pude evitar pararme un momento y comentar a mi compañero que si sabía del fatal desenlace.

Me miró como el profesor que no admite demasiados comentarios en mitad de la clase, y con un gesto de limitada sorpresa me contestó, " a si, no jodas?, pues vaya...".
Tuve claro entonces que intentar hacerle comprender lo que había sentido esa mañana al escuchar la noticia por la radio, o todo lo que había significado para mi en esos cinco años de soledad previa haciéndome tal vez sin saberlo al oficio de escribir canciones, era una batalla perdida de antemano.
Está claro que es imposible y por otra parte tal vez aburridísimo, el gastar similares gustos en cuanto a referencias musicales, pero hay gente con la que no te hacen falta tres noches para tener la sensación de que no vas a equivocarte con ella.

La primera vez que recuerdo escuché una canción de Enrique, fue en un disco recopilatorio con varios artistas de esos que salía por Navidad (Boom3), un disco que en realidad eran cuatro en el que igual te encontrabas lo mejor que habían escrito Gabinete o Duncan Dhu ese año y entre ellos una de Samantha Fox, pero que yo solía regalar a mi tía con la excusa de hacer sesiones improvisadas de disjockey en ese maravilloso juguete que para mi era su tocadiscos.
En casa no teníamos y sólo me manejaba con cassettes que compraba casi siempre en El Tirol, una tienda que estaba en la calle San Francisco a la que solíamos ir a revelar carretes.
Hablo alrededor del 87 y cito de esta forma para ubicar en el tiempo y hacer incapié, en que había pasado ya "lo mejor" de la movida, y ese Dejamé de Los Secretos entre otros, que casi como todos los hits no es ni mucho menos de mis favoritas, pasó desapercibido o me había cogido tal vez demasiado tierno.

De cualquier forma, tanto en su banda de referencia como con Los problemas, una vía de escape alternativa con la que facturó dos bellísimos discos en una dimensión que se le quedaba incompleta con ese primer proyecto, Enrique nos dejó muestras de una sensibilidad extrema y todo un ejemplo de como transmitir emociones y sentimientos de una forma sencilla y directa.
Supongo que comulgué con eso, con creer a cierra ojos que por mucha técnica que atesores de no haber ese algo más detrás, en realidad no sirve para mucho.

Los Secretos siguieron, muchos se preguntan por el lado que habría tirado Enrique de haber tenido que elegir entre una de esas dos vías. Los Problemas se acabaron cuando se quitó de en medio pero todas esas canciones en definitiva, son el legado que perdura para que muchos las disfruten, algunos las sufran y otros tengan la sensación de haber encontrado algo más que una manera de compartir, de emocionarse, o simplemente una señal que puede marcarte para siempre a la hora de trazar un camino.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Noche solidaria

Hace ya casi un par de semanas, (reconozco que tal vez debería intentar ser un poco más puntual con las entregas pero esto no es un diario, son rastros y como tal aparecen), el caso es que no quería pasar por alto el buen sabor que me dejó haber podido colaborar en esa Noche solidaria contra el Cáncer de mama, aunque fuera aportando simplemente un poco de latido en forma de canción y ese disco que se revalorizó en la subasta posterior como no imaginaba.

Que la vida no es fácil, o que el dinero no da la felicidad aunque en ocasiones ayude, son tópicos entre otros tantos que están casi siempre en primera línea de salida y con los que caminamos habitualmente, pero no toman su sentido más amplio hasta que nos bajamos de nuestra particular nube para planear con ellos a ras de suelo.
Supongo que la fuerza y el valor para encarar una situación de verdadero riesgo, para mirar de frente y no perder la cara al rival por duro que sea, es parte de la clave que puede hacerte salir airoso en determinados envites. A pesar del miedo en algún momento, ese miedo que es el peor aliado para cualquier batalla aunque por otra parte sea lícito sentirlo, porque también es de los valientes cuando a pesar de todo deciden enfrentarse a él.

No, la vida no es fácil, y para algunos lo es mucho menos aunque no pretendo a estas alturas ponerme melodramático.
Pero como acuñó el gran Andrés Montes, "puede ser maravillosa", al menos en ocasiones, esas que hay que saber valorar y disfrutar en la medida de lo posible aunque el recorrido se asemeje a una carrera de obstáculos en la que aparecen con frecuencia demasiados jueces dirigiendo el destino de las medallas y dejando un buen puñado de sombras alrededor.

Tal vez por eso se agradece el doble que alguien se detenga en mitad de su camino para simplemente escucharte, tenderte la mano o abrir una puerta y aportar un poquito de claridad en definitiva, aunque sea a través de ese pequeño haz de luz que en mitad de la noche cerrada proyecta una linterna.